ACTOR, director, guionista y desde mediados de 2009, coordinador de la escuela de Arte dramático y de Guionistas Ánima Eskola. Junto a la actriz y profesora Marina Shimanskaya, convertida en una auténtica estrella del Cine y Teatro en Rusia, se instalaron en Santutxu. En las paredes de los pasillos de Ánima se agolpan cuadros con multitud de fotos que inmortalizan representaciones que han llevado a cabo. Entre las instantáneas destaca una foto y una cita del dramaturgo Federico García Lorca: “El pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”. Es toda una declaración de intenciones y la radiografía de Ánima Eskola.
–¿Han pasado más de seis años desde la apertura de la escuela. ¿Qué balance hacen?
–Muy positivo, sobre todo en la relación con el barrio. Somos una escuela mediana de siete trabajadores y 150 alumnos y este tipo de negocios artísticos funcionan sólo con la condición importantísima de tener una relación muy buena con el entorno. Nos costó ganarnos la confianza de Santutxu, pero a partir del tercer año la mayor parte de los alumnos vienen por el boca a boca.
–Hablaba de la buena relación con Santutxu. ¿Qué tal ha sido la acogida?
–Nos sentimos muy arropados por el barrio. Los fines de semana solemos dar representaciones para un máximo de 100 personas y funciona como un pequeño teatro de barrio. Ofrecemos actuaciones de grupos de fuera y producción propia gratuitamente o a cambio de la voluntad.
–¿Tienen buena respuesta en el barrio las representaciones?
–Sin duda. A la gente le cuesta ir al Euskalduna, al Arriaga o al Campos Elíseos porque hay que vestirse bien y gastarse un pastón en las entradas. Aquí tienes una propuesta tan ligada al barrio que casi puedes bajar en chanclas. Nuestra tarea es educar al público y ampliar el conocimiento del teatro como arte, suscitar el interés para que se convierta en un hábito más como el fútbol o la gastronomía. La gente va al fútbol o a la pelota y sabe disfrutar y hablar luego de eso, sobre teatro, no.
–Por Ánima Eskola han pasado alumnos tan conocidos como Aitor Luna, Yannick Vergara o Galder Pérez, entre otros.
–Siempre mencionamos a Galder Pérez, que es director de teatro, actor y muy popular en Bilbao. No para de trabajar con éxitos como Cocidito Madrileño o Todos nacemos vascos. Además es profesor de la escuela y es una labor de continuidad. El 80% de los profesores de nuestra escuela están formados aquí. Tenemos cuatro convenios con empresas de teatro audiovisual y ayudamos a incorporar a nuestros alumnos en proyectos laborales. Funcionamos como agencia de actores.
–Hablando de la incorporación laboral. ¿Qué porcentaje de exalumnos trabajan en el mundo artístico?
–En torno al 40%. Es una buena cifra teniendo en cuenta que es un mercado laboral muy inestable y dependiente de contactos o de la suerte.
–¿Hay buen talento en Bilbao?
–Hay cantidad de gente joven con talento. Desde septiembre funciona la Escuela Superior de Arte Dramático de Euskadi, y es una muestra de que estamos en una nueva época. Los talentos jóvenes pueden formarse no sólo en escuelas privadas o irse fuera, sino en escuelas públicas. También funcionan bien las salas alternativas como Pabellón 6 o La Fundición.
–¿Cuál es la propuesta orientada a los más pequeños?
–Tenemos grupos desde los cuatro hasta los 18 años. Siempre destacamos a los padres que el teatro es una de las mejores formas de educar a la persona. A través del arte verdadero crece la persona solidaria, que sabe trabajar en equipo. Un buen actor para nosotros es una buena persona que sabe utilizar su talento para fines nobles. Un actor puede aprender la técnica solo. Por ejemplo, Ramón Barea, nuestro profesor, es autodidacta y además una persona con carisma. El talento, unido a la formación autodidacta y una personalidad arrolladora le ha hecho ganador del Premio Nacional de Artes Escénicas. Así lo planteamos nosotros. Primero la persona, y luego, el actor.
–Existe la percepción de que estudiar una formación artística es inferior a estudiar una ingeniería o Medicina.
–Por la falta de prestigio del trabajo del artista de artes escénicas. Está desvalorizado. Hay una sensación de que todos somos actores porque es fácil y es un error. En Francia, un actor puede ser gobernador; en la República Checa, un dramaturgo puede ser presidente. Aquí es algo imposible porque es la herencia de una relación mermada entre la sociedad y el teatro.
Jorge Román
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